domingo, 14 de julio de 2013

World of Contradiction

Sí, a veces escribo en inglés. Aquí dejo algo del pasado lunes...
If you think about it, we live in such a small puny little planet on this immense universe, which we know so infinitely little about. But still, our emotions can feel so huge inside our chests and minds.
It's almost too funnily bizarre how many contradictions you can have on this small puny little planet we've chosen to live on. Like, for instance, two people wanting to be together, loving each other, but still knowing they can't; they're not-compatible.
Guess life has a plan for all of us, one which, with some luck, we'll be able to understand some day.
Or maybe it's all just random, or, as Tool says, we are eternal, and all this pain is an illusion.
You know what, Bill? We might just be the imagination of ourselves.

Julio 8, 2013.
A.-

Algunas músicas que acompañaron:




Y algo extra:


sábado, 6 de abril de 2013

Del Choque "NoChoque"



Hoy me quemé. Y no de enojo, sino literalmente. Termo, agua hirviendo, mano derecha, dolor. FUCK YEAH. Y me puse a pensar, para variar, ya que ando muy imán a estas cosas que llamamos “accidentes” últimamente: ¿Será hora de cambiar alguna energía? 

Leí que “los accidentes no son accidentales. Como todo lo demás que hay en nuestra vida, nosotros los creamos. No se trata de que nos digamos que queremos tener un accidente, sino de que nuestros modelos mentales pueden atraer hacia nosotros un accidente. Los accidentes son expresiones de cólera (y en particular) las quemaduras son indicios de una cólera que se expresa en el cuerpo. Por más que intentemos suprimirlo, el enojo encontrará maneras de expresarse.” Y yo que me andaba sintiendo ree estable (para aquellos que me/nos han visto tocando, el cover que hacemos de Inés no fue elegido al azar nomás :P). 

Ahora, en mi caso, ¿será que ando alimentando una colerita? Algunas emociones pueden llegar a ser adictivas y “empoderadoras”, creo que no perdemos nada con mirar hacia adentro un poco. 

“Es frecuente que las personas con tendencias espirituales crean que ‘no deberían’ enojarse. Ciertamente todos nos esforzamos por llegar al momento en que ya no culpemos a nadie por nuestros sentimientos; pero mientras no hayamos llegado a ese punto, es más saludable que reconozcamos qué es lo que sentimos en un momento dado”. Totalmente de acuerdo con estas palabras, convencida de que mi espíritu Inés necesitó tener su lugar en mi vida y que ahora mi cuerpo me está diciendo que es hora de seguir adelante con otras cosas, les dejo esta reflexión que me provocó un “accidente” que viví hace 2 días.  

Miércoles 3 abril 2013, 23:00hrs.

Ok.

La cosa es así.
 
Estoy algo shockeada. Shock derivado de una situación estresante, que provocó reflexiones varias, las cuales quiero plasmar por escrito, ya que pueden ayudarme a des-shockearme. ;)

Hace unas… 5 horas experimenté un accidente de tránsito. Entiendo que pueden estar imaginando sangre, vidrios rotos, ruidos fuertes, gente gritando, vociferando, hasta grabando videos con sus IPenes, pero no. Lo lamento, si quieren algo de eso miren Rápido y Furioso, esa con el pelado de Vin Diesel y sus músculos. O miren a las Kardashian en el E!. ÉSTE… fue un choque “NoChoque”. 

Imagen: Ciudad de Montevideo, cada día más atestada de autos, cuyos dueños parecen cada vez menos saber guiarse por las reglas pautadas por las normas de tránsito. Cortina de lluvia repentina torrencial. Día de humedad, pesado, atestado de todo un poco de cosas. Allí estoy yo, en auto con una amiga de facultad, como vivimos cerca, ella me pasa a buscar y vamos juntas a clase algunos días. Ella también está alterada, por cuestiones personales, se encuentra ansiosa, todo y todos parecen estarlo (o yo ando con una lectura de la realidad sesgada, jaja). Circulando por un Bulevar, doble vía, cantero de por medio, allí estábamos nosotras, esperando para hacer la vuelta en “U”, llegando a nuestro destino.

Algo que no comprendo es por qué los conductores se ponen tan ansiosos e inestables dentro de sus autos durante los días de lluvia. Si ya manejaban de forma imprudente, los días de lluvia, cuando más cuidado debería tenerse, parece que todas sus tuercas se soltaran, al revés del pepino. Cada vez me convenzo más que Ma. Elena Walsh tenía razón y sí vivimos en el mundo del revés.

Hete aquí que varios autos pretendían doblar en U hacia diferentes lados, pero todos querían ser los primeros. Resultado: un mejunje de autos todos trancándose unos a otros, sin poder avanzar y trancando el tránsito que circulaba por los lados a su vez. En este mejunje, mi amiga, que se encontraba en una posición comprometedora, trancando cuanto paso había de autos en la vuelta, encuentra un claro en la pasada de vehículos y la aprovecha. Pero… la cortina de lluvia que no dejaba ver bien y el ángulo en que nos encontrábamos complotaron justo, y no le permitieron ver  la moto que venía a altas velocidades (considerando el estado resbaloso de las calles). Yo grito, ella reacciona con reflejos muy oportunos, y a último momento, en cuestión de segundos, atina a apretar el acelerador para evitar el impacto. 

Hubo impacto, sí, pero fue mínimo, la moto dio contra la parte trasera del auto, casi como gurí chico que por poco logra escapar de la palmada de algún adulto, con las nalgas bien apretadas cosa de sentir lo menos posible el chás chás, que igual lo roza y le da, pero sin la intensidad que se pretendía. Bueno, así.

Ambas boquiabiertas, miramos hacia atrás, vemos a la persona de la moto perder el equilibrio, caer, y quedar tirada en el medio del susodicho Bulevar. Mi amiga frena el auto unos metros adelante, y sale hacia el motociclista, vociferando innumerables cosas que expresaban incredulidad sobre lo que acababa de suceder. Algo que nos pasa a todos, ¿no? Esto de repetir: “No puedo creer, no puedo creer”. Cómo si eso fuese a borrar lo sucedido. 

Se acerca ella al motociclista, que resulta ser una mujer, la ayuda a incorporarse, a incorporar la moto, a salir del camino. A todo esto, los autos alrededor estaban simplemente esperando que ese ALGO que estaba en el camino tirado, trancado el paso, saliera, para poder seguir con su marcha. Y así lo hicieron. Recordemos: cortina de lluvia torrencial, ambiente apocalíptico en el tránsito. Apenas un par de peatones protegidos por paraguas pararon a ver de lejos qué onda con todo. 

La motociclista niega rápido toda intención de mi amiga de llamar una ambulancia, de llamar a los seguros de los vehículos, de nada de nada, y más rápido que un parpadeo, ya se estaba subiendo a la moto una vez más, y partiendo, alegando estar bien y no necesitar nada. 

Allí mi amiga vuelve, en estado de incredulidad, pero a su vez, tranquila de que nadie hubiese salido lastimado (¡ni los vehículos!). Termina de estacionar adecuadamente el auto, y caminamos juntas hasta clase. 

En un inicio no caí mucho de lo sucedido, sobre todo porque me concentré en calmar a mi amiga, que parecía estar en un estado extraño de shock donde, no sabía si estar en shock o no, ya que nada realmente grave había pasado.

Pero ahora, con perspectiva, algunas reflexiones cruzan mi mente. Trataré de ordenarlas cronológicamente.

Si mi amiga no hubiese tenido los reflejos de acelerar y evitar el impacto, la moto hubiese impactado DE LLENO en la puerta del asiento acompañante donde iba yo. No sólo la motociclista hubiese volado por los aires, y la moto se hubiese incrustado en mí, sino que no se si yo estaría aquí contando la historia. True Story (jaja tremenda Drama Queen). 

Ahora que pasó el momento, me cayó todo el pseudo-shock, y tengo una repetición vívida en mi mente donde veo clarísimo y en cámara lenta los autos tocando bocina, la lluvia increíblemente torrencial y repentina cayendo, y la moto a menos de dos metros, viniendo embalada hacia mí. 

Son increíbles las cosas que pasan por la cabeza de una en esos momentos. Hasta la persona más centrada, empática y solidaria nunca puede predecir cómo va a reaccionar en situaciones como esas. Allí estaba mi amiga vociferando en negación y diciéndome que suba tranquila a clase, y allí estaba yo, dentro del auto, helada, sin saber qué hacer. Pensando cosas como “por favor que no sea nada grave, ai está tirada en la calle, ai es una mujer la motociclista, ai qué haría mi padre, ah ah ah!”. Todo suena muy melodramático pensándolo hacia atrás.

Por suerte el ai ai me duró segundos, y pude encarar a salir del auto, chequear sorprendida que ni una marca había quedado, y cuando me disponía a acercarme a la escena, donde mi amiga estaba hablando con la motociclista, ésta última ya estaba subida a la moto y arrancando, mientras mi amiga observaba alejarse en la lluvia y tránsito, algo atónita, asumo.

Al acercarnos ambas al edificio de facultad y enterarnos de que iba a haber clase solo durante el período en que durase la luz natural en los salones (o sea, media hora más) ya que había corte eléctrico, provocado seguramente por las intensas lluvias que han estado azotando a la ciudad (y región) este último par de días, ambas fuimos tranquilizándonos mutuamente, ya que “por suerte” (o azar), nada realmente grave había sucedido.

A la vuelta de la clase que casi no tuvimos, recuerdo observar con atención el tránsito, y ver caer la lluvia, ver los autos enajenados pasar, sin respetar turnos, espacios, nadie cediendo, todos queriendo ir primeros, todos queriendo pasar por un mismo trecho angosto a la vez, camiones gigantes de basura, ómnibus, autos y motos en demasía, y recuerdo pensar (y decir en voz alta) con una mezcla de temor (o quizás tan sólo crédula incredulidad), y desprecio en la voz: “esto es una jungla de cemento”. 

Pregunto: ¿dónde vivimos? 

Tomando a la motociclista, pienso: ¿realmente los “accidentes” de tránsito son tan moneda corriente que una persona puede impactar contra un auto, caer, para luego levantarse, chequear que todo esté en orden y en su lugar, volver a subirse y seguir su ruta, como si el suceso hubiese sido un simple contratiempo en la rutina, o peor aún, rutina propiamente dicha? Nunca sabré qué cruzó por su mente.
Lo mismo que los autos que circulaban, no sé qué habrán pensado, pero por sus acciones demostraban el estar interesados en que ese imprevisto en su camino dejase de ser un contratiempo y saliese del camino para ellos poder seguir, y no tanto parar a ayudar y/o reflexionar. Indiferencia, adormecimiento e insensibilidad podría ser lo primero que se nos venga a la cabeza, pero pensándolo un poco más, ¿no será miedo “nomás”?

El contexto, ¡qué locura! La región (Montevideo, Uruguay. La Plata, Argentina, etc.) inundada por las lluvias intensas, que no sólo retrasaron el orden normal de las actividades sino que hasta causaron muertes en algunos casos, cosa que los noticieros se han asegurado en hacernos saber. El estado general de histeria que reina en estos días, se ve concentrado y hecho evidente en determinadas situaciones citadinas como EL TRÁNSTO por las calles. 

La forma cómo se desarrolla el tránsito hoy en día es clara demostración de cómo nos estamos relacionando. Todos siempre queriendo ir primero, no cediendo ante el otro, agarrando cualquier atajo sin importar si está permitido o si puede traer consecuencias negativas para mi u otros. Adelantándonos a otros, cruzándonos por delante sin avisar, puteándonos, tocando bocina, chocando y chocando, hasta que el choque, que debería causar un cierto “tate quieto y reflexioná el porqué de lo que acaba de suceder”, parece estar generando un cierto acostumbramiento, al punto en que es un evento más al que pasarle por al lado. Ninguno nos libramos de alguno de estos escenarios, ni la que les habla. 

Todo esto sin entrar en las significancias que tienen estas actitudes para con la VIDA. 

¿En qué ansiedad y exigencia urbanas estamos metidos? ¿Deberíamos regirnos por sus tiempos o darnos cuenta que la urbanidad, rutina y vida laboral nos han esclavizado y amoldado a sus necesidades de mercado, y no al revés, como debería ser? ¿No sería preferible una vida donde nosotros creásemos los tiempos de acuerdo a nuestras necesidades y capacidades de producir, y no matándonos por producir a un ritmo que no es el nuestro propio? ¿A dónde estamos yendo tan apurados?

SURVIVAL OF THE FITTEST IN THIS CONCRETE JUNGLE? SURVIVAL OF THE MOST WICKED, I WOULD SAY. 

En fin, quizás esta reflexión haya quedado algo lúgubre y derrotista. Pero la intención, aparte de la catarsis que me implica escribir (nada que un buen capítulo de The Walking Dead no me haya sacado, talk about hardGore!), es reflexionar sobre realidades que estamos viviendo que lamentablemente tienen trasfondos negativos, pero que “con suerte”, como nos gusta decir, al reflexionarlas, o permitirnos parar a reflexionarlas,  vemos sus simbologías, vemos qué expresan y qué nos despiertan, para así irlas modificando. 

Quizás si trabajamos un poco más en nuestras formas de relacionarnos, cambiamos la competitividad por la colaboración, la inmediatez por la paciencia, la puteada por la comprensión, la impulsividad por la reflexión, podamos llevarnos y comprendernos mejor unos a otros, y por ende, naturalmente aprendamos a utilizar con más responsabilidad nuestros espacios comunes, como el pedazo de cemento que compartimos día a día, todos los días, para transportarnos de un lado a otro. 

Peace out.
A.-